Dedicación de la Basílica de San Francisco de Asís
24 de mayo
LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN FRANCISCO EN ASÍS
Después de la canonización de San Francisco, en 1228, Gregorio IX mandó levantar una suntuosa iglesia para su sepultura. Él personalmente puso la primera piedra y en 1230 ordenó la traslación de los restos del Pobre de Asís desde la iglesia de San Jorge a la nueva basílica, a la que distinguió con el título de «cabeza y madre» de la Orden de los Menores. Inocencio IV la consagró solemnemente el 25 de mayo de 1253 y Benedicto XIV la elevó a basílica patriarcal y capilla papal el 25 de marzo de 1754.
Del Común de la dedicación de una iglesia.
«No hubo honores demasiado grandes para este pobre; los pueblos se acordaron de su amor, y quisieron darle más de lo que él había abandonado por ellos. Y pues que no tuvo ni techo ni servidor, fue necesario construir para él una morada magnífica como el palacio con el que había soñado en su juventud» (A. F. Oznama).
«El ábside dice: yo soy el confín de la tiniebla.
Y la fachada dice: yo soy la muralla del cielo.
Y la nave central dice: yo soy la vía láctea que conduce al Señor.
Y los haces de columnas dicen: nosotros somos la selva inmóvil.
Y la bóveda sobre el altar dice: yo soy el arco iris eterno.
Y la tumba dice: yo soy la estiba de San Francisco que vive con el Señor.
Y el altar mayor dice: yo soy la mesa de la vida.
Y el tabernáculo dice: yo soy el arca del silencio.
Y un capitel dice: yo soy un nido de ángeles.
Y otro capitel dice: yo soy un nido de sol.
Y el techo dice: yo soy el límite del espacio.
Y el claustro dice: yo soy el vestíbulo de las bodas.
Y un arco dice: yo soy la rotundidad de la tierra.
Y un arco gótico dice: yo soy la verticalidad del Verbo.
Y una vidriera dice: yo soy la perfección de la luz.
Arcos, capiteles, columnas, vosotros no sois más que formas del espíritu, la síntesis. Él se ha hecho en nosotros de carne y nosotros nos hemos hecho por vosotros de piedra, para ser todos juntos la unidad.
Y como cada ladrillo ha bebido una gota de su sangre, así cada uno cante con el pobre Francisco, la alegría de su libertad, porque vosotros sois todos juntos la armonía.
Y cuando los hombres ya no hablen más de él, continuad hablando vosotras, oh piedras, en este vestíbulo del paraíso, junto con nuestra piedra miliar: FRANCISCO DE ASÍS».
