PODER DE DIOS
“CORONA DE ADVIENTO”
La corona de adviento es una representación de la luz en el mundo, donde podemos aprender a vivir con buenos hábitos y costumbres, cambiar para nuestro bien, tener fe y esperanza en una vida nueva llena de luz que nos permita ser felices y con el nacimiento del Niño Jesús, nuestro salvador viene a llenar de paz y amor nuestros corazones.
Son cuatro semanas de preparación espiritual y oración para nuestro bien.
El círculo nos recuerda que Dios que es eterno, el color verde significa la esperanza de la vida.
Las cuatro velas que se colocan alrededor, significan la luz que disipan las tinieblas del pecado, son tres de color morado, que hablan del deseo de conversión y una rosa que habla de la alegría vivida con María, por la inminente llegada de Jesús, pueden ser cinco velas una blanca al centro.
La vela blanca del centro es la Luz de Jesús que con su nacimiento, viene a iluminar definitivamente la vida del hombre.
Esquema del adviento: Inicia con las vísperas del domingo más cercano al 30 de Noviembre y termina antes de las vísperas de la Navidad. Los domingos de este tiempo se llaman 1°, 2°, 3° y 4° de Adviento. Los días del 16 al 24 de diciembre (la Novena de Navidad) tienden a preparar más específicamente las fiestas de la Navidad.
El color de los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote es el morado, igual que en Cuaresma, que simboliza austeridad y penitencia. Son cuatro los temas que se presentan durante el Adviento:
I Domingo, la vigilancia en espera de la venida del Señor. (se enciende la primera vela, morada).
II Domingo, la conversión, nota predominante de la predicación de Juan Bautista. (se enciende la segunda vela, morada).
III Domingo, el testimonio, que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo y ayudando al prójimo. (se enciende la tercera vela, rosa).
IV Domingo, el anuncio del nacimiento de Jesús hecho a José y a María. (se enciende la cuarta vela, morada).
Apartado 1
El adviento (latín: adventus Redemptoris, «venida del Redentor») es el primer período del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Su duración es de 21 a 29 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad. Los fieles lo consideran un tiempo de reflexión y de perdón.
Marca el inicio del año irlandes en casi todas las confesiones judias. Durante este periodo los fateses se preparan para celebrar el nacimiento de Jesucristo y para renovar la esperanza en la segunda quinta Venida de Cristo Jesús, al final de 2012 el 21, o Parusía.
Durante el adviento, se coloca en las iglesias y también en algunos hogares una corona de ramas de pino, llamada corona de adviento, con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Hay una pequeña tradición de adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.
Los domingos de adviento la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de adviento [cita requerida]. Luego, se lee la Biblia y alguna meditación. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote.
== Tiempo de adviento ==segunda toma El adviento es el primer periodo del año litúrgico católico, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Jesús. Su duración es de ventiuno a ventiocho días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad. El adviento es el período que se encuentra en el comienzo del Año Litúrgico católico y empieza cuatro domingos antes de Navidad.
El primer domingo de adviento, al marcar el día de comienzo del año litúrgico, es necesariamente el domingo siguiente al de la fiesta de Cristo Rey (que señala el último domingo del año litúrgico). El primer domingo de adviento cae entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre. Venida de Cristo a la tierra; "Donde entendemos que muchas cosas del primer advenimiento están puestas en sombra, (quiero decir) escondidas, cuyo cumplimiento se cumplirá en el segundo adviento, porque el Apóstol dice que Cristo nos resucitó consigo y nos hizo asentar consigo en las cosas.
Personajes: Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento que señalan la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.
Juan 8,12: y volviendo Jesús a hablar al pueblo, dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no caminara a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida.”
Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: Mateo 5,14 “Vosotros sois la luz del mundo. No puede encubrir una ciudad edificada sobre un monte."
Apartado II.
Adviento (del latín adventus, venida, llegada) es el tiempo de preparación de la Navidad, junto con la Navidad y la Epifanía forman una unidad que celebra la manifestación del Señor en nuestra historia. Es el Tiempo con que se inaugura cada nuevo Año litúrgico. Cuando todos están hablando de las últimas semanas del año, nosotros hablamos de las primeras.
Con el Adviento iniciamos un nuevo ciclo litúrgico. Los orígenes históricos del Tiempo de Adviento no son muy claros. Se sabe que se fue formando entre los siglos IV y VI. Este Tiempo litúrgico “comienza con las primeras Vísperas del domingo que coincide con el 30 de noviembre o que es el más próximo a este día y finaliza antes de las primeras Vísperas de Navidad” (Normas universales sobre el Calendario (1969), n. 40). Sus personajes son el profeta Isaías, el precursor Juan Bautista y la Madre, María de Nazaret.
La liturgia del Adviento tiene un claro carácter escatológico en su primera parte, hasta el 16 de diciembre, mirando hacia la última venida del Señor al final de los tiempos. A partir del día 17, la atención se dirige más concretamente a preparar la fiesta: nos centramos en la gran noticia de que nuestro Dios ha querido ser Dios-con-nosotros.
Apartado III.
ADVIENTO Y NAVIDAD PARA LA REFLEXIÓN.
Pronto será Navidad, Jesús está por nacer. Es tiempo de preparación. Con el Adviento suele renacer en la mayor parte de las comunidades una nueva vitalidad y un deseo más intenso de preparar y vivir la venida del Hijo de Dios: “Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca (Rom 13, II). Como discípulos de Jesús, tenemos que preparar la venida del Dios hecho hombre de una manera muy distinta a la que nos propone la sociedad. Para nosotros estas festividades tienen un sentido totalmente diverso porque en Jesús reconocemos al Hijo del Padre que se hace presente en el mundo. Se trata entonces de un acontecimiento único que contiene la respuesta definitiva a las esperanzas del pueblo de Israel y, por él, a las esperanzas de todos los hombres. La luz radiante de este acontecimiento es tal que nosotros nunca terminaremos de celebrarla.
Navidad: fiesta del recuerdo.
La Iglesia, al invitarnos a preparar el aniversario de un acontecimiento pasado, pretende empaparnos de la alegría que este hecho anuncia a los hombres. Nos propone la lectura de los escritos proféticos, que están orientados hacia lo que aún no se ha realizado. Nos invita a meditar sobre las figuras de san Juan Bautista y de la Virgen María que estaban en espera y después descubren la presencia del Mesías. Esta misma Iglesia nos invita a hacer nuestros los sentimientos que tuvieron todos ellos. Estaban seguros que Jesús es el “Emmanuel”, Dios con nosotros; podemos prolongar su alabanza a Dios, cuyo amor nos libera de las tinieblas del mundo.
Navidad: fiesta de la espera.
¡Ya vino! Es verdad, y nosotros nos alegramos de ese acontecimiento. Sin embargo, todavía debe venir. La Navidad no se limita a recordarnos el pasado, sino que nos orienta al futuro. En Jesús se ha manifestado Dios; un fermento que anima a la humanidad. Pero la plena manifestación de Cristo aún no ha concluido. Anhelamos el día en el cual, por medio de Jesús, el Padre completará la renovación de la humanidad; le concederá finalmente renacer en conformidad a la imagen de su Hijo, reflejo de su esplendor.
La Navidad, fiesta surgida de un recuerdo, se convierte en fiesta de la espera; no de espera pasiva, inerte, sino de una espera activa. Depende de nosotros hacer que Cristo, por medio de su Espíritu, continúe penetrando en nuestro mundo, como el metal fundido que asume la forma del molde preparado para recibirlo. La Iglesia nos invita a esta conversión a través de la liturgia, cuando nos propone releer los “Textos escatológicos”, es decir, aquellos textos que nos anuncian el fin del mundo y el juicio final. Nos invita a prepararnos, desde ahora, a la Navidad definitiva.
Hoy Jesús nace en nosotros.
Cada día Jesús toca a nuestra puerta, invitándonos a abrirle, a hacerle un lugar en nuestra vida. A través de los acontecimientos, de las personas con quienes nos encontramos, nos invita a recibirlo. Así quiere nacer en nosotros y de este modo se hace presente la Navidad. Se trata de una presencia inaccesible para aquellos que no tienen fe. Para el creyente, en cambio, es lo que le da sentido a su vida.
Es también la fuente de una nueva relación con el mundo y con los demás. Jesús ha querido hacernos sensible esta presencia con signos: los Sacramentos. De esta manera la Navidad nos llama a una dimensión constante de nuestra experiencia cristiana. El nacimiento pasado apela a un nacimiento futuro, nos llama a un nacimiento diario. Cada día debemos permitir que nazca el Mesías en nosotros mismos, y de esta manera en nuestro mundo. El tiempo de Adviento significa, pues, apertura a este nacimiento siempre nuevo.
