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PODER DE DIOS

 

MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS


Antiguo testamento:

Deuteronomio cap. VII-7 Prohíbe Dios a los Israelitas todo trato con los idólatras: les manda exterminar a los Cananeos y promete toda suerte de felicidades a los que guardaren sus mandamientos.

Después que Dios escribió su ley y entregada a Moisés para que la respetase el pueblo de Dios:


“Estos son los preceptos y ceremonias, y ordenamientos que me mandó el Señor Dios vuestro enseñaros, para que los observéis en la tierra que vais a poseer”. (Dt 6, 1).


“A fin de que temas, oh Israel, al Señor Dios tuyo, y guardes todos los días de tu vida todos sus mandamientos y preceptos, que yo te ordeno a ti, y a tus hijos y nietos, para que tus días sean prolongados”. (Dt, 6, 2).


“Escucha, oh Israel, y pon cuidado en hacer lo que el Señor te ha mandado, y te irá bien, y serás multiplicado más y más, según la promesa que te ha hecho el Señor Dios de tus padres de darte una tierra que mana leche y miel”. (Dt, 6, 3).


“Si después de oídas estas leyes las guardares y cumplieres, también el Señor Dios tuyo te guardará el pacto y la misericordia que juró a tus padres”. (Dt 7, 12).


“Y te amará, y multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre, y el fruto de tu labranza, tus granos, y vendimia, el aceite y las vacadas, y los rebaños de tus ovejas en la tierra que juró a tus padres que te daría” (Dt, 7, 13).


“Bendito serás entre todos los pueblos: no se verá entre vosotros estéril en ningún sexo, así en los hombres como en los ganados”. (Dt 7, 14).


“Desterrará de ti el Señor toda dolencia y aquellas enfermedades o plagas pésimas de Egipto, que tú sabes, no te las enviará a ti, sino a todos tus enemigos”. (Dt, 7, 15).



Mandamientos de Dios:
Síntesis del Catecismo de la Iglesia Católica:

El primero
 
“Adorarás al Señor tu Dios y le servirás”

 
Amarás a Dios sobre todas las cosas
El primer mandamiento nos manda creer en Dios, esperar en él y amarlo sobre todas las cosas. Esto pertenece a la virtud de la religión.
 
Los actos de la virtud de la religión son adorar a Dios, orar a él, ofrecerle el culto que se le debe y cumplir las promesas y los votos que se le han hecho.
El deber de dar culto auténtico a Dios corresponde al hombre individual y socialmente considerado. Por lo cual el hombre debe poder profesar libremente la religión en público y en privado.
 
La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia.
 
La acción de poner a prueba a Dios de palabra o de obra, el sacrilegio y la simonía son pecados de irreligión prohibidos por el primer mandamiento. Lo es también el ateísmo, en cuanto niega o rechaza la existencia de Dios.
 
El culto de las imágenes sagradas está fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. No es contrario al primer mandamiento.
 

 

El segundo

 “No tomarás el nombre de Dios en vano”

 
El segundo mandamiento ordena respeto al nombre del Señor. El nombre del Señor es santo. Prohíbe todo uso inconveniente del nombre de Dios. La blasfemia consiste en usar de una manera injuriosa el nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de los santos.
 
Prohíbe también el juramento en falso, que invoca a Dios como testigo de una mentira. El cristiano debe comenzar sus oraciones y sus acciones haciendo la señal de la cruz: “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

 


El tercero
 
“Santificarás las fiestas”

 
El domingo, en el que se celebra el Misterio Pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto. Igualmente deben observarse los días de Navidad y Epifanía, Ascensión, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Santa María, Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y finalmente, Todos los Santos.
 
El domingo y las demás fiestas de precepto, los fieles tienen la obligación de participar en la Misa.
La Conferencia Episcopal Mexicana, con aprobación de la Sede Apostólica establece:
 
1º Ha pasado el domingo la celebración de la Epifanía y de la Ascensión;
 
2º ha dejado únicamente como días de precepto, además de todos los domingos: Santa María, Madre de Dios, 1º de enero; el Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi), segundo jueves después de Pentecostés; Nuestra Señora de Guadalupe, 12 de diciembre; y la Natividad del Señor, 25 de diciembre;
 
3º y ha suprimido los restantes, como días de precepto.
 
El domingo y los demás días de precepto los fieles se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo.
 
La institución del domingo contribuye a que todos disfruten de un reposo y ocio suficientes para cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa.
 
Todo cristiano debe evitar imponer a otro, impedimentos para guardar el día del Señor.
 

 

El cuarto
 
“Honrarás a tu padre y a tu madre”

 
Dios quiere que después de honrarlo, honremos a nuestros padres y a los que él reviste de autoridad para nuestro bien.
Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda.
El respeto filial favorece la armonía de toda vida familiar.
Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, en la fe, en la oración y en todas las virtudes. Tienen el deber de atender, en la medida de lo posible, las necesidades materiales de sus hijos.
 
 
La autoridad pública está obligada a respetar los derechos fundamentales de la persona humana y las condiciones del ejercicio de su libertad.
El deber de los ciudadanos es cooperar con las autoridades civiles en la construcción de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad.
 
El ciudadano no está obligado en conciencia a obedecer las leyes de las autoridades civiles cuando son contrarias a las exigencias del orden normal. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech 5, 29).
Toda sociedad refiere sus juicios y su conducta a una visión del hombre y de su destino. Si se prescinde de la luz del Evangelio sobre Dios y sobre el hombre, las sociedades se hacen fácilmente “totalitarias”.
 

 

El quinto

“No matarás”

 
Está prohibido matar porque toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada.
Dios vivo y santo ama por sí misma a la persona humana, hecha por él a su imagen y semejanza. Causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador.
 
 
Nos preguntamos si es lícita la defensa personal. Sí, la prohibición de causar la muerte no suprime el derecho de impedir que un injusto agresor cause daño.
La legítima defensa es un deber grave para quien es responsable de la vida de otro o del bien común.
 
Desde su concepción, el niño tiene derecho a la vida. El aborto directo, es decir, buscando como un fin o como un medio, es una práctica, gravemente contraria a la ley moral.
La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana.
 
 
El embrión debe ser defendido en su integridad, atendido y cuidado médicamente como cualquier otro ser humano, porque ha de ser tratado como una persona humana desde su concepción.
 
 
La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contraria a la dignidad de la persona humana y al respeto de Dios vivo, su Creador.
 
 
El suicidio es gravemente contrario a la justicia, a la esperanza y a la caridad. Está prohibido por el quinto mandamiento.
El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. Constituye una falta grave cuando por acción u omisión arrastra deliberadamente a otro a pecar gravemente.
 
 
A causa de los males y de las injusticias que ocasiona toda guerra, debemos hacer todo lo que es razonablemente posible para evitarla. La Iglesia implora así: “Del hambre, de la peste y de la guerra, líbranos Señor”.
 
 
La Iglesia y la razón humana afirman la validez permanente de la ley moral durante los conflictos armados. Las prácticas deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales, son crímenes.
La carrera de armamentos es una plaga gravísima de la humanidad y perjudica de modo intolerable a los pobres.
 
 

El sexto
 
“No cometerás actos impuros”

 
La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona y, por ello, en la unidad interior del hombre, en su ser corporal y espiritual. Forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar la racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.
 
 
Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.
 
 
La alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les impone la obligación de guardar indisoluble su matrimonio.
La fecundidad en el matrimonio es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los esposos participan de la paternidad de Dios.
 
 
La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y de la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (por ejemplo, la esterilización directa o la anticoncepción).
 
 
Por medio de la continencia periódica y el recurso a los periodos infecundos, se puede realizar la regulación.
El adulterio y el divorcio, la poligamia (estar casado(a) con varias personas) y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del matrimonio.
 

 

El séptimo
 
“No robarás”

 
El séptimo mandamiento ordena la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.
Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada no anula el destino universal de los bienes.
 
 
El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. Toda manera de tomar y usar injustamente un bien ajeno es contraria al séptimo mandamiento. La injusticia cometida exige reparación. La justicia conmutativa establece la igualdad de trato en las relaciones comerciales e impone la restitución del bien robado.
 
 
La ley moral prohíbe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan a esclavizar a los seres humanos, a comprarlos, venderlos y cambiarlos como si fueran mercancías.
El dominio, concedido por el Creador sobre los recursos minerales, vegetales y animales del universo, no puede ser separado del respeto de las obligaciones morales frente a todos los hombres, incluidos los de las generaciones venideras.
 
 
Los animales están confiados a la administración del hombre, que les debe benevolencia. Pueden servir a la justa satisfacción de las necesidades del hombre.
Respecto a los problemas económicos y sociales, la Iglesia pronuncia un juicio cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o su salvación. Cuida del bien común temporal de los hombres en razón de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último.
 
 
El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El punto decisivo de la cuestión social estriba en que los bienes creados por Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la justicia y con la ayuda de la caridad.
 
 
El valor primordial del trabajo toca al hombre mismo, que es su autor y su destinatario. Mediante su trabajo, el hombre participa en la obra de la creación. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.
El desarrollo económico y social verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada persona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios.
 
 
La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.
En la multitud de seres humanos sin pan, sin techo, sin patria, hay que reconocer a Lázaro, el mendigo hambriento de la parábola. En dicha multitud hay que oír a Jesús que dice: “Cuando dejaron ustedes de hacer con uno de éstos, también conmigo dejaron de hacerlo” (Mt 25, 45).
 

 

El octavo
 
“No darás falso testimonio ni mentiras”

 
La veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
El cristiano no debe “avergonzarse de dar testimonio del Señor” (2 Tim 1, 8) en obras y palabras. El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe.
 
 
Los principales pecados contra el octavo mandamiento son la mentira, el falso testimonio, el perjurio, la maledicencia, la calumnia y el juicio temerario.
La mentira consiste en decir algo falso con intención de engañar al prójimo. La gravedad de la mentira se mide según la naturaleza de la verdad que deforma, según las circunstancias, las intenciones del que la comete y los daños padecidos por los que resultan perjudicados.
 
 
Una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente. Ante un tribunal viene a ser un falso testimonio. Cuando es pronunciada bajo juramento se trata de perjurio.
La maledicencia es manifestar, sin razón objetivamente válida, los defectos y las faltas de otros, a personas que los ignoran.
 
 
La calumnia es la afirmación contraria a la verdad que daña la reputación de otra persona y da ocasión a juicios falsos respecto a ella. El juicio temerario consiste en admitir como verdadero un defecto moral en el prójimo, sin tener para ello fundamento suficiente.
El secreto sacramental es inviolable. Los secretos profesionales deben ser guardados.
 
 
Las confidencias perjudiciales a otros no deben ser divulgadas.
La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad y la justicia. Es preciso imponerse moderación y disciplina en el uso de los medios de comunicación social.
Una falta cometida en contra de la verdad exige reparación.
 
 
Las bellas artes, sobre todo el arte sacro, están relacionadas por su naturaleza con la infinita belleza divina, que se intenta expresar de algún modo en las obras humanas. Y tanto más se consagran a Dios y contribuyen a su alabanza y a su gloria, cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus obras a dirigir piadosamente a los hombres hacia Dios.
 

 

El noveno
 
“No consentirás pensamientos ni deseos impuros”

 
El noveno mandamiento ordena no consentir pensamientos ni deseos impuros. Contra la concupiscencia de la carne se puede luchar por medio de la purificación del corazón y la práctica de la templanza.
 
 
Es importante la pureza de corazón porque nos da desde ahora la capacidad de ver, según Dios, todas las cosas. La pureza de corazón nos alcanzará el ver a Dios. La pureza de corazón se puede alcanzar con la oración, con la práctica de la castidad y la pureza de intención y de mirada.
 
 
El noveno mandamiento nos recuerda además que la pureza de corazón requiere el pudor, que es paciencia, modestia y discreción. El pudor preserva la intimidad de la persona.
 

 

El décimo
 
“No codiciarás los bienes ajenos”

 
El décimo mandamiento nos prohíbe el deseo desordenado, nacido de la pasión inmoderada, de las riquezas y del poder. Envidia es la tristeza que se experimenta ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de apropiárselo. Es un pecado capital.
 
 
Se combate la envidia por la benevolencia, la humildad y el abandono en la providencia de Dios. Es necesario el desprendimiento de las riquezas para entrar en el Reino de los cielos. “Bienaventurados los pobres de corazón” (Mt 5, 3).
 
 
El verdadero deseo del hombre es: “Quiero ver a Dios”. La sed de Dios es saciada por el agua de la vida eterna.
 


 
Si cumplimos con éstos mandamientos veremos el "Poder de Dios" en todo su esplendor...

 

 
 



MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA CATÓLICA


En tiempo de Jesús se le llamaba templo donde se hacía oración a Dios Padre, con la venida de Jesús de Nazaret inicia la edificación a lo que el llamo “Iglesia” y donde los pastores o sacerdotes predican la palabra de Dios. Es “Católica” pues es en Cristo y es “estar de acuerdo en todo”, para encontrar a Jesús hay que acercarse a la Iglesia Católica para purificar nuestro espíritu y salvar nuestras almas, prosigue Jesús en su evangelio:


“Y yo te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella”, (Mt, 16, 18).

“¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (Cor. 3, 16).

“Pues si alguno profanare el templo de Dios, perderle ha Dios a él. Porque el templo de Dios, que sois vosotros, santo es." (Cor. 3, 17).

“No sabéis que los que sirven en el templo, se mantienen de lo que es del templo: y que los que sirven al altar, participan de las ofrendas?" (Cor., 9, 13).

“Así también dejó el Señor ordenado que los que predican el Evangelio, vivan del Evangelio”. (Cor. 3, 14).

 
 
Mandamientos de la “Iglesia Católica”

1º oír Misa entera todos los domingos y fiestas de precepto

2º confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar

3º comulgar al menos por Pascua de Resurrección

4º ayunar y no comer carne cuando lo mande la Santa Madre Iglesia

5ºayudar a la Iglesia en sus necesidades 

 

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